sábado, 9 de febrero de 2008

LA CULPA DE YACOUB




Samir estaba completamente enamorado de su nuevo bebé Aenor. La esposa de Amir, Euriel es de decendencia judía, Samir es palestino. En un mundo como el que vivimos es increíble una situación así; pero cualquier cosa puede suceder en Nueva York.

Samir y Euriel se conocieron en el New York Film Academy. Samir estaba estudiando edición y Euriel dirección. Tuvieron que trabajar en un proyecto juntos y Samir le tocó editar una producción dirigida por Euriel. Samir quedó maravillado con el trabajo de Euriel y pensó "si esta mujer puede hacer que la gente vea el mundo de esta manera, quisiera vivir viendo a través de sus ojos". Samir era un hombre muy tímido; era delgado de ojos grandes y el cabello largo. Usualmente vestía con una camiseta, un mahón y zapatos deportivos. Siempre llevaba con él la mochila en la que cargaba con su computadora portátil, sus libros y una libreta. "No necesito nada más para aprender y trabajar". Euriel era una chica sencilla, nadie sabía lo talentosa que era, sólo Samir. Era la unión perfecta. Una tarde al salir del cuarto de edición, Samir invita a Euriel a cenar y todo comenzó.

No era extraño que luego de unos años se casaran, obviamente por unión civil, pues sus familias no podrían aceptar un ingerto cultural como ese. Pero igual se amaban y siempre estaban ocupados trabajando en una cadena de televisión, así que no había tiempo para esas preocupaciones. Con el tiempo, el éxtasis y el amor concibieron un varoncito hermoso, mal mezclado según sus familias al que llamaron Aenor.

El hermano de Samir, Yacoub, siempre estaba presente en sus vidas. Había aprendido a tolerar a Euriel con tal de compartir con su hermano y poder visitar a su nuevo sobrino. Yacoub, aunque mayor que Samir aún no se había casado y se sentía ahora más presionado a hacerlo, pues su hermanito ya había dado "heredero" al mundo.

-Samir, es hermoso. Pero ese nombre, ¿de dónde lo sacaste? ¿Es hebreo?

-No, celta. Creo que Euriel lo leyó en el periódico.

- ¿Celta? ¿Qué diablos es eso? Pensé que le pondrías un nombre de origen árabe, del origen de nuestros antepasados, no de los de tu mujer.

- Los de ella, los míos... ¿Qué importa? Lo importante es que nació saludable, que crecerá en un hogar de amor, donde no importa de dónde vengamos sino quienes somos, Yacoub.

-¡Bah!

Yacoub se llenaba de celos y preocupación. Sus padres sabían que Samir tenía un hijo, aunque no querían verlo. Su nieto era mitad palestino y mitad judío. Era una mancha en el linaje de la familia. Yacoub tenía que proteger ese linaje, tenía que tener un hijo. ¿Pero cómo? Es difícil para él pensar en el matrimonio y olvidar su pasión por los hombres. Era bien difícil ser homosexual dentro de una cultura tan misógina. ¿Qué alternativas tenía? En una ocasión pensó buscar una esposa que fuera lesbiana para poder tener vidas apartes y no sentirse tan culpable. ¿Pero quién habría de confesar esos deseos tan pecaminosos? Era buscar una aguja en un pajar. Siempre vivía con el temor que su padre lo descubriera. A Samir lo sacó pero a él lo aniquilaría. Finalmente, se dio por vencido y no fue hasta que Samir y Euriel tuvieron a Aenor que sus preocupaciones aumentaron.

Yacoub llevaba muchos años trabajando en el negocio de la familia, una pequeña bodega en Brooklyn. Había estudiado programación de computadoras, pero tuvo que ayudar en el negocio una vez su padre desterró a Samir de sus vidas y por lo tanto de su trabajo en la bodega. Entonces, Yacoub tomó el trabajo de Samir y dejó la posición que ocupaba en una compañía de comunicación móvil. Nada había sido fácil para Yacoub: era homosexual, dejó de trabajar en lo que amaba, trabajaba con su padre y ahora estaba siendo presionado a casarse y tener hijos. ¿Qué diablos pasa en este mundo? ¿Cuándo será que un pobre maricón podrá vivir en paz?
Una noche Samir le pidió a Yacoub que cuidara de Aenor mientras cubrían una filmación en la ciudad.

- ¿Sabes? Encontré lo que significa Aenor. Es un nombre de mujer, hermanito.

- No jodas... ¿Le puse un nombre de mujer a mi hijo? - rió- deja que se lo cuente a Euriel.

- Sí, bueno, no lo celebres tanto.

Yacoub miró a su sobrino. Tan pequeño e indefenso, pero aún así el origen de las presiones de Yacoub.

- Tú no tienes idea de lo que has hecho. Has alterado el balance de la familia. Maldita sea tu madre. ¿Qué importa que pueda dirigir películas y programas de televisión? Es una puta estúpida. Yo sería feliz y podría irme a la mierda si no fuera por ti. ¿Quién te crees? ¿El pequeño príncipe? Seguramente tus padres creen que serás alguien importante y salvarás al mundo, o alguna pendejada así. No salvarás nada, no serás nadie, no...

Yacoub nunca hubiese pensado hacerlo, pero las circunstancias lo pedían. Recordó por un momento el dolor que le causaría a su hermano, pero él nunca debió haberse casado con una judía. Al final era lo mejor... Abrazó fuertemente a su sobrino y lo sostuvo contra su pecho hasta que no lo sintió moverse. ¿Qué había hecho? ¡Había matado a su sobrino! ¿Estaba loco o poseído? ¿Cómo carajo se le había ocurrido hacer algo tan estúpido? Tomó una vida, la vida del hijo de su hermano.

- Alah, ¿qué he hecho?

El silencio lo hizo sentirse solo. No había vuelta atrás, no había salida. Su hermano regresaría y encontraría a su único hijo muerto. Tenía que hacer algo. Se le ocurrió llevar el cuerpito de su sobrino a un hospital y abandonarlo allí. Llevó al bebé en brazos caminando por las calles húmedas de Nueva York hasta llegar a una clínica donde dejó el cadaver y huyó.
La culpa puede ser tan pesada como todas las gentes de la Tierra juntas. Puedes intentar cargarla pero te alenta los pasos y te hace torpe el camino. Ahora la culpa era más grande y pesada que su temor a ser descubierto. Tenía que regresar, tenía que confesar su crimen.
Mientras tanto un enfermero recogió el cuerpo de Aenor y lo lleva dentro del hospital. Con un estetoscopio descubre que el corazón del niño aún late.

-¡Rápido, alguien ayúdeme! ¡Está vivo!

El personal de la clínica se moviliza con rapidez intentando rescatar al bebé del limbo. Lo entuban para facilitar la respiración y lo llevan a tomarle rayos-X para verificar si había sufrido algún trauma.

- Si creyera en Dios, diría que es un milagro. - dijo uno de los doctores- Con este frío y en estas condiciones, no habría sobrevivido. Tienes muchas ganas de vivir, pequeñín.
Yacoub corría como un demente por la calle. Finalmente se detuvo, sacó su celular del bolsillo del abrigo que llevaba puesto y llamó a Samir.

-Samir, maté a tu hijo. ¡He matado a Aenor! No me perdones, no me lo merezco.

- ¡¿Qué?¡ ¿Estás loco? ¿Dónde estás? ¡Dime!

- Olvídate de mí. Dejé su cuerpito en una clínica cerca de la Avenida Atlantic. Búscalo... Adiós

-¡Yacoub! ¡Yacoub! No... No puede ser.

Samir buscó frenéticamente la clínica. Él y Euriel llamaron a todas las clínicas en el área hasta dar con la clínica donde habían recibido un pequeño bebé; pero, para sorpresa de los dos el bebé había sobrevivido.

Samir intentó comunicarse con Yacoub para darle la noticia, pero sólo lograba accesar el correo de voz.

-Yacoub, hermano, contesta. Mi hijo está vivo, sobrevivió. Regresa a la clínica. Podemos solucionar esto.

Pero nunca logró comunicarse con él, jamás lo conseguiría. La culpa puede ser tan pesada como todas las gentes de la Tierra juntas. Tan pesada como para impedir que el cuerpo de un ser arrepentido flote y Yacoub estaba en el fondo del Río Hudson donde nadie lo podría encontrar.

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