lunes, 17 de marzo de 2008

¡FELIZ CUMPLEAÑOS!


Ella lo llamó hoy como de costumbre por ser su cumpleaños. Lo había llamado todos sus cumpleaños desde que se conocieron nueve años atrás. Era la misma llamada de siempre, deseándole un feliz cumpleaños, preguntándole cómo le iban las cosas, pregunta también por su familia y su trabajo, él pregunta lo mismo y luego cuelga. Todos los años dicen lo mismo y callan lo mismo. Se extrañan, les cuesta reconocerlo, pero se extrañan. Cuando se conocieron ella tenía 15 años y él 19. Eran dos adolescentes queriendo creer en el amor. Hablaban hasta muy tarde en la noche y en ocasiones hasta la madrugada. Eran un buen par, todos lo decían. Se complementaban tan perfectamente: ella entendía su carater y él el de ella. Fueron de todo: novios, amigos, amantes, enemigos, en fin se quisieron y se odiaron por muchos años, pero curiosamente nunca intimaron. Ella recordaba como en una ocasión le llevó una serenata y él le pidió que fuera su novia. Al otro día, él desapareció de la faz de la Tierra y no fue hasta meses después que llamó como si nada hubiese pasado. Recordó la vez que él estuvo en el hospital porque se le había puesto el pulmón como una pasa por no haber estornudado bien. Recordó todo, como siempre lo hacía antes de llamarlo el día de su cumpleaños.


Ella llevaba algunos años en una relación; casi el mismo tiempo de la vez que él se cayó del andamio que utilizaba para limpiar los aviones en el aereopuerto de París. Le había costado mucho aceptar que él estaría tan lejos, pero luego de algún tiempo ella logró rehacer su vida y él marchar con la suya. Entonces ella se enamoró de una mujer con la que llevaba algunos años. Se amaban con locura, pero una vez al año, el día de su cumpleaños, lo extrañaba.


Esta vez fue diferente, ella lo presintió cuando lo llamó en dos ocasiones y él no contestó. Sintió temor, como cuando le van a anunciar a uno que va a morir. Se sintió nerviosa y luego del segundo intento de conseguirlo, le dio una fuerte jaqueca. "Algo está mal", decía para sí; pero no podría manifestarlo sin que su pareja lo notara. Él llamó de vuelta. "Feliz cumpleaños", le dijo antes que él saludara. Las acostumbradas gracias siguieron aquel incómodo exabrupto. Luego de las acostumbradas cordialidades él interrumpe como un fuerte viento de tormenta tropical que antecede el huracán: "Tengo mucho que contarte". Ella sintió el frío temor subirle por los pies y llegar hasta la ahora temblorosa mano que sostenía el teléfono. "Me casé el mes pasado". La respiración se detuvo momentáneamente. "¿Y ahora qué se supone que diga?" No había mucho tiempo para pensar, había que hablar lo antes posible... "Wow, felicitaciones..." ¡Qué hipócrita! "Todavía hay más." No tenía que anunciarlo, ya ella sabía lo que seguía. Si el hecho que él se hubiera casado era cual candado que se cerraba, lo que seguía era tirar la llave de ese candado. "No me digas. ¿Vas a ser papá?" Eso mismo era lo que iba a decirle, no se necesitaba ser adivino para predecir la fatídica noticia: lo perdió para siempre.


El día de su cumpleaños era el único momento en el que ella albergaba la posibilidad de que en otro mundo o en otra vida se encontraran nuevamente y se amaran como lo había soñado desde su adolescencia. Pensó que según ella lo ideaba, estarían juntos, que ese era su destino. En realidad, ese fue su destino, pero ese destino murió meses atrás y ella nunca lo supo porque sólo le hablaba el día de su cumpleaños. Parte de ella murió ahí, en esa llamada, en ese cumpleaños. Lo que recordaba de su adolescencia quedaba en esa llamada y más nunca habría de visitarlo, soñarlo ni añorarlo. Ya nunca más lo podría extrañar. Pensó derrepente ser su amante cuando visitara su país, pero rápido supo lo ridículo que sería y lo injusto que era para su amada.


La llamada acabó más rápido de lo usual. Era incómodo hablar las horas que solían hacerlo, pues ahora él era esposo de alguien y futuro padre de otro. Fue el noveno y último cumpleaños que lo llamó, fue el día que verdaderamente rompió con él, fue el día que lo dejó. Eran un buen par, todos lo decían... Eran un buen par.